Aconquija en Verano
Afectuosamente para el Dr. Antonio Torres y mis nietos Fernando y Alejandra.
En diez días felices de diciembre
Busqué secretos senderos de tu falda
Para llenar de aire puro mis pulmones
Y el alma de rumores de tu fronda.
Aconquija nativo de mis hijos,
Entrañable montaña de mis nietos,
Siempre retorno a ti por recobrarte
En tu ser milenario de victoriosa selva.
Hoy estás como nunca, tan hermosa,
Con el concierto inefable de tus pájaros,
Que a mi corazón devuelven su equilibrio
Sacudido por vientos contrarios de la vida.
De nuevo contemplo con emoción tu cumbre
De San Javier que erguido ostenta
El Cristo de Iramain, ese pariente,
Sensitivo al nivel de Lola Mora.
La estampa consular de Antonio Torres
Junto a la del sabio entre los sabios, Miguel Lillo,
Recorrieron también estos senderos
Lujuriosos de ciencia y de poesía.
En el centro secular de la montaña
Vela por la paz de otras cenizas
De alguien que nutrió de altos sueños su existencia:
Es Rojas Paz, reanudando caminos de armonía.
Suben tu escarpada y tupida alfombra
Los robustos yuchanes, los laureles,
Nogales de alta copa, pinos, eucaliptus,
Lavados por la lluvia y perfumados.
Lapachos junto a los tarcos bien peinados,
Naranjos silvestres y moreras,
Desmesuradas lianas en los molles
Buscando la protección perpetua entre sus ramas.
Mil formas del helecho suben por tu falda,
Te escalan con fervor hasta la cumbre
Con los matices todos del luminoso verde
Que exornan tu grandeza milenaria.
Todo cuanto atesoró en los tiempos
El Aconquija de sagrada estirpe
Está inscrito en la gracia exuberante
Y empedrado con piedras de colores.
Las flores del aire aladas y graciosas
En profusión sobre bajas y altas ramas
Prodigan su belleza y su perfume
Tan grato al corazón, que llega al alma.
En diez días felices de diciembre
Busqué secretas sendas de tu falda,
Llegando a las suntuosas laderas de Horco Molle,
Señorial residencia del arte y de las ciencias.
Ahora te digo adiós, llevando a cuestas,
Con mi amor, mi carga de nostalgia:
Diré a mis hijos que besé en su nombre
Tu montaña sagrada para siempre.
Queda San Javier en lo entrañable
Adentrado en el alma del viajero
Como esa eterna congoja que en sus ramas
Renuevan expresivos tus llorones sauces.
Yerba Buena, diciembre de 1981, Tucumán.
***
Afectuosamente para el Dr. Antonio Torres y mis nietos Fernando y Alejandra.
En diez días felices de diciembre
Busqué secretos senderos de tu falda
Para llenar de aire puro mis pulmones
Y el alma de rumores de tu fronda.
Aconquija nativo de mis hijos,
Entrañable montaña de mis nietos,
Siempre retorno a ti por recobrarte
En tu ser milenario de victoriosa selva.
Hoy estás como nunca, tan hermosa,
Con el concierto inefable de tus pájaros,
Que a mi corazón devuelven su equilibrio
Sacudido por vientos contrarios de la vida.
De nuevo contemplo con emoción tu cumbre
De San Javier que erguido ostenta
El Cristo de Iramain, ese pariente,
Sensitivo al nivel de Lola Mora.
La estampa consular de Antonio Torres
Junto a la del sabio entre los sabios, Miguel Lillo,
Recorrieron también estos senderos
Lujuriosos de ciencia y de poesía.
En el centro secular de la montaña
Vela por la paz de otras cenizas
De alguien que nutrió de altos sueños su existencia:
Es Rojas Paz, reanudando caminos de armonía.
Suben tu escarpada y tupida alfombra
Los robustos yuchanes, los laureles,
Nogales de alta copa, pinos, eucaliptus,
Lavados por la lluvia y perfumados.
Lapachos junto a los tarcos bien peinados,
Naranjos silvestres y moreras,
Desmesuradas lianas en los molles
Buscando la protección perpetua entre sus ramas.
Mil formas del helecho suben por tu falda,
Te escalan con fervor hasta la cumbre
Con los matices todos del luminoso verde
Que exornan tu grandeza milenaria.
Todo cuanto atesoró en los tiempos
El Aconquija de sagrada estirpe
Está inscrito en la gracia exuberante
Y empedrado con piedras de colores.
Las flores del aire aladas y graciosas
En profusión sobre bajas y altas ramas
Prodigan su belleza y su perfume
Tan grato al corazón, que llega al alma.
En diez días felices de diciembre
Busqué secretas sendas de tu falda,
Llegando a las suntuosas laderas de Horco Molle,
Señorial residencia del arte y de las ciencias.
Ahora te digo adiós, llevando a cuestas,
Con mi amor, mi carga de nostalgia:
Diré a mis hijos que besé en su nombre
Tu montaña sagrada para siempre.
Queda San Javier en lo entrañable
Adentrado en el alma del viajero
Como esa eterna congoja que en sus ramas
Renuevan expresivos tus llorones sauces.
Yerba Buena, diciembre de 1981, Tucumán.
***
Extraído de Estrella, Omar, Crónicas Líricas de América, Germano Artes Gráficas, Buenos Aires, 1982.