La Lorenza sola
82 años coya solitaria en
Catamarca.
4000 m de altura, Río Blanco al
NE de Fiambalá.
En las manos de la Lorenza
hay un crujido de piedras que el agua rasga.
Esas manos lucen como corral de pircas
pilas de piedras donde se agrupan llamas.
Y en los resquicios,
besos de musgos,
mullidos suyos...
Su palabra se queda enredada
entre jirones y botellas plásticas
vacías
cencerros que alejan pumas
cuando el miedo trepa y la noche zumba
Se apaschan las nubes en sus corrales
como pellones que enturbian ojos
Lorenza se sabe sola
sin hombre y sin hijo
sin el nombre de mamá.
Un largo préambulo de asombro
exige la visita, la Lorenza está sola
y se le hace duro el hablar.
Un puñado de llamas “mansitas”
la acompañan y esquilan penas
llamas de Coquena, las del trashumar.
A Pachamama, un rincón de piedras
le asigna Lorenza en su heredad,
la Madre la acompaña y la cura
la Madre es
atenta en verdad.
Se queda sola Lorenza...
Cuando canjea lo suyo
A duras penas...
y llora profundo cuando te vas…
Carlos Alvarado-Larroucau, (c) 2012.